Ha habido un creciente debate sobre los alimentos transgénicos desde hace mucho tiempo. Por un lado del debate está la idea de que la ingeniería genética es el progreso de la humanidad, y es una extensión natural de las técnicas de cría más tradicionales. Por otro lado se cree que los alimentos modificados genéticamente no son seguros y son perjudiciales para el consumo humano y para el medio ambiente.
Las compañías de biotecnología alegan que la producción de que los transgénicos se puede controlar de una forma más precisa el crecimiento y la selección. Los estudios financiados por la industria demuestran de forma consistente la seguridad, pero sólo a corto plazo. Durante años, empresas de biotecnología agrícola como Monsanto, Dow, Syngenta y otras, han dicho al público que no tenemos nada de qué preocuparnos.
También argumentan que esta será la tecnología que va a mejorar la alimentación humana de todas las formas imaginables. Los alimentos serán más nutritivos, más vigorosos, más resistentes a las enfermedades, etc. Hay literalmente miles de estudios que demuestran la seguridad de los alimentos transgénicos. Sin embargo ha surgido un patrón que nos alerta. Esos brillantes estudios a corto plazo son financiados o ejecutados por la propia industria.
A medida que más y más científicos independientes realizan estudios a largo plazo, surge una imagen muy diferente acerca de la seguridad de estos alimentos y sus muchos otros inconvenientes. Cuando la industria no financia estos estudios, los resultados nos muestran una tecnología incontrolable, incontenible, y peligrosa, con graves riesgos para la salud.
La investigación Seralini abrió un nuevo camino
Uno de los primeros estudios que hizo sonar la alarma fue un estudio de toxicidad crónica a largo plazo de 2 años de duración. No creas a los que critican el estudio Seralini hasta que te tomes el tiempo necesario hasta que veas la defensa de sus métodos. El estudio Seralini era en realidad un estudio bien diseñado y bien realizado.
Si hemos de aceptar el argumento de que el estudio de Seralini no proporciona pruebas sustanciales de que los alimentos modificados genéticamente son peligrosos, entonces también hay que concluir que los estudios de toxicidad a corto plazo financiados por la industria de la agricultura (principalmente Monsanto) sobre los alimentos transgénicos tampoco pueden demostrar que sean seguros.
Son, de hecho, el mismo tipo de estudios, hecho de la misma manera, y que incluso utilizan el mismo tipo de ratas. La única diferencia significativa es la duración del estudio. El estudio de Seralini demostró cómo los estudios previos de 90 días son engañosos porque 90 días no es tiempo suficiente para probar los efectos a largo plazo, como daños en los órganos, cáncer y muerte prematura. Los primeros tumores aparecieron en las ratas del estudio Seralini después de cuatro meses.
Este estudio fue capaz de distinguir entre los efectos de los alimentos transgénicos y los efectos de los alimentos transgénicos cultivados con unos determinados pesticidas. Los resultados proporcionan una fuerte evidencia que apoya la afirmación de que los alimentos modificados genéticamente, especialmente los alimentos genéticamente modificados que han credido con Roundup, son altamente tóxicos y no son aptos para el consumo animal o humano.
Nuevos estudios sobre los transgénicos
Otros estudios muestran que los transgénicos son incluso peores de lo que se temía en un principio. La investigación del Dr. Kruger muestra cómo los enfermos crónicos tienen niveles más altos de glifosato que las personas sanas. En otro estudio, el Dr. Swanson ha conectado el uso del glifosato con el deterioro de la salud general de Estados Unidos.
El trabajo del Dr. Young mostró cómo el Roundup es un disruptor endocrino de las células humanas en cantidades sorprendentemente bajas. No se necesita mucho Roundup para alterar las hormonas y que los niveles de Roundup permitidos en el agua potable son suficientes para causar daño.
Muchos otros estudios realizados están mostrando otros problemas con los transgénicos. La ciencia independiente está llegando a una conclusión diferente de la ciencia financiada por la industria. Algo que, por desgracia, no parece del todo sorprendente.
Incluso los estudios a corto plazo (cuando se realizaron de forma independiente) están demostrando casos de seguridad real con los transgénicos.
El Dr. Oraby alimentó ratas con una dieta de soja transgénica y maíz modificado genéticamente durante un tiempo que osciló entre 1 y 3 meses. A pesar de la corta duración del estudio, el estudio terminó con un sorprendente número de ratas muertas y no saludables, exceptuando el grupo control de ratas que no fueron alimentadas con alimentos transgénicos. El daño hecho a estas ratas por el consumo de alimentos transgénicos a corto plazo fue asombroso.
Este estudio mostró una amplia gama de efectos tóxicos, incluyendo daño en el ADN, espermatozoides anormales, cambios en la sangre, y daños en el hígado, los riñones y los testículos. Este estudio muestra evidencias concretas de que los alimentos transgénicos son peligrosos para la salud. La única razón por la que no estamos muertos es porque los alimentos transgénicos no son el único alimento que comemos.
Si el 100% de todos nuestros alimentos se modificaran genéticamente, entonces nuestra salud en general, sería aún peor de lo que ya es. Las ratas pueden prosperar con todo tipo de comida basura. Pero si alimentas a las ratas con suficientes alimentos transgénicos se les puede causar todo tipo de problemas de salud. ¿No es una razón más que convincente?