¿Alguna vez se le antoja un buen vaso frío de leche de vaca? ¿Tal vez cuando usted está desayunando, disfruta de un delicioso postre o coge una caja de cereales del armario? Todos hemos oído hablar de los supuestos beneficios de la leche, especialmente para los niños en crecimiento – “hace que se tenga un cuerpo sano y fortalece los huesos”. Probablemente ha tomado su parte de leche mientras crecía, mientras sus padres se lo aconsejaban.
Y es que la leche es un artículo imprescindible en la lista de la compra de casi todo el mundo, ¿pero que está haciendo realmente a nuestros huesos?
La leche de vaca que encontramos en los estantes del supermercado se pasteuriza. La pasteurización es un proceso por el cual se aplica calor para destruir los agentes patógenos en los alimentos, con el objetivo de matar los gérmenes que transmiten enfermedades y prevenir que la leche se agrie demasiado pronto. Durante este proceso, cada partícula del fluido se calienta a una temperatura requerida y a continuación se enfría rápidamente. Y ahí es donde está el problema: la pasteurización también mata a las bacterias beneficiosas (probióticos), e incluso destruye parte del contenido nutritivo de la leche, como la vitamina C y el yodo. También destruye las enzimas de la leche. Estas enzimas perdidas hacen que sea más difícil para su cuerpo obtener el calcio y el fósforo de la leche de la vaca. Los países con la mayor tasa de consumo de productos lácteos ( EE.UU. y los países de la Unión Europea), también tienen la tasa más alta de osteoporosis. Nos han dicho durante años que beber mucha leche asegurará de que nuestros huesos se mantengan fuertes y sanos, pero estos estudios recientes demuestran exactamente lo contrario.
Las vacas utilizadas para generar la leche de las cajas de cartón de la tienda de comestibles no son vacas críadas de forma natural. A estos animales se les suministra una hormona de crecimiento llamada rBGH, una hormona artificial creada mediante ingeniería genética que se inyecta en las vacas lecheras para hacerlas producir más leche. Si bien no está permitido el uso de esta hormona en Japón, Australia, Canadá o la Unión Europea debido a problemas de salud animal y humana, es ampliamente utilizada en otro países como por ejemplo EE.UU. para aumentar la producción de leche entre un 10 y un 15 por ciento.
La leche producida a partir de estas vacas puede contener en un sólo vaso hormonas de crecimiento y tantos antibióticos como 20 analgésicos. Algunos estudios lo están relacionado con un crecimiento excesivo de tumores y cánceres. Las vacas son generalmente frágiles y propensas a la enfermedad, y su leche contiene grandes cantidades de pus. Aquí es donde entra en juego el proceso de pasteurización. La leche pasa por un proceso de calentamiento rápido que no es garantía de limpieza. De hecho, varios brotes de salmonela en los últimos años se han producido a partir de leche pasteurizada – leche que se supone que esta limpia.
Una vez que la leche pasa por el proceso de pasteurización, se convierte en un alimento ácido (pérdida de electrones naturales que dan salud), la cual presenta un problema. El cuerpo debe mantener un nivel de pH en particular con el fin de mantener la homeostasis. Los alimentos más procesados y refinados que comemos, hacen que nuestros cuerpos sean más ácidos, creando la necesidad constante de encontrar maneras de mantener el nivel de pH bajo control. Esto se hace lixiviando minerales alcalinos (calcio, magnesio) de otros lugares del cuerpo – incluyendo los huesos. Con el tiempo, este proceso constante hace que los huesos se vuelvan débiles, frágiles, y plagados de osteoporosis. Los tumores también prosperan en un ambiente ácido. Así que contra más leche bebemos (y más alimentos ácidos comemos), más destruimos nuestros huesos.
Así que la próxima vez que esté pensando en ir a la tienda de comestibles, es posible que desee considerar algunas alternativas más saludables a la leche pasteurizada.